Quisiera contestar una reflexión del Blog “Poder 5” titulada “
¿Para qué Dios puso el árbol en el huerto?” del compañero y hermano Prometeo.
Empezaré con aclarar que lo que aquí diga es un asunto de creencia personal que puede que no coincida con sus creencias.
Hace tiempo creía en la separación del “animal” y del “humano”, pero a medida que he visto las similitudes del comportamiento de muchas especies con las personas, cambié mi visión y entendí que Dios nos creó TAMBIÉN como ANIMALES…
Es decir, nuestra humanidad carga con nuestros instintos animales, y eso lo debemos ver como un REGALO mas no como un peso que nos hace ser menos humanos. Esa separación de “animales” y “humanos” se la debemos a los platónicos, que dividían nuestro mundo del mundo de las ideas, que dividía la “racionalidad” de la “irracionalidad”. Pero, el cristianismo no necesariamente tiene que ser platónico.
Así, la cultura de filósofos griegos llegó a separar hasta la sexualidad de lo humano y lo equiparó al “instinto animal”, al punto de que unos sectores de esos filósofos llegaron a entender que en el orgasmo el espíritu de la persona salía del cuerpo, y esa separación de cuerpo y alma lo hacía impuro.
Una vez escuché a un sacerdote católico combatir esta ideología tan impregnada en la Iglesia y nos decía que muchos predicadores le decían a los feligreses que no siguieran sus “instintos”, mas él nos aclaró que los “instintos” son CARISMAS que Dios le ha concedido al hombre y a la mujer para su sobrevivencia; que todo lo contrario, las personas estaban OBLIGADAS a utilizar sus INSTINTOS por ser estos CARISMAS de Dios.
En este sentido, el famoso árbol del Edén no representa la lucha entre los “instintos” y nuestra “racionalidad” porque ello implicaría que en el Génesis, cuando dice que Dios lo creó todo bien, sería una mentira. Dios nos creó tanto con INSTINTOS como con nuestra capacidad de razonar. La lucha entre estas dos características HUMANAS es sólo una problemática creada en el pensamiento filosofico, pero, lo filosófico y lo religioso no tienen que andar juntos siempre.
Partiendo de esa premisa, de que el ser humano es un ANIMAL y además es también una persona RACIONAL, ese árbol no representa el “libre albeldrío” sino la LIBERTAD de cada persona para escoger si estar con Dios o si separarse de Él. Y el “pecado” en este sentido se reduce a querer estar con Dios o negar estar a Su lado. Así de sencillo, sin más complicaciones. Pero, ¿qué es ESTAR CON DIOS…?
En los Evangelios, Jesús de Nazaret lo resume en aquellas palabras al decir algo así como: “Tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo y me curaste, estaba en la cárcel y me visitaste…” Jesús lo resume en la capacidad de AMAR a los demás mas NO en las racionalizaciones, porque a esa afirmación le sigue una pregunta: ¿Y cuándo estuvimos contigo…?; o sea, le sigue una “RACIONALIZACIÓN”, ya que estas personas jamás vieron a Jesús, de lo que se desprende que ni tan siquiera habían confesado su fe en él.
Y la contestación a esa pregunta, si mal no recuerdo el pasaje, fue: “Cada vez que hicieron eso con alguno de estos pequeños, también lo hicieron conmigo…”
En otras palabras, más grande que la fe, más grande que la confesión de que Jesús es nuestro Maestro, más grande que la práctica devocional religiosa, está EL AMOR AL PRÓJIMO. Por eso, Pablo en su sabiduría proclama a Jesús como EL NUEVO ADÁN, y este rol nos da el entendimiento PLENO al asunto del fruto del arbol: la opción entre el Amor y el desamor, la libertad de escoger entre amar a los demás o despreciarlos.
Desde la perspectiva evangélica, el árbol en el huerto del Edén no es más que un símbolo de nuestra LIBERTAD para amar o despreciar al prójimo que nos necesita, mas no un mero conflicto de una pareja.
He dicho, Amén…