Mi familia materna se dividió allá para los años 50 del pasado siglo: unos se quedaron en el campo, otros se mudaron a la ciudad y otros se fueron a Chicago…. Cada pedazo de nosotros adquirió una forma distinta de hablar. Siempre nos extrañaba el hablar de nuestros primos del campo. Cuando pequeño nos parecía gracioso pero mientras crecíamos y escuchábamos el hablar de los españoles, nos dábamos cuenta de la atadura de ese hablar con el de la “Madre Patria”…
Entre todas las palabras extrañas que me llamaban la atención, llegó ayer a mi recuerdo la palabra “inocente”. Por ejemplo, cuando se mencionaba el “Día de los inocentes”, la referencia era una fiesta donde se conmemoraba la matanza que hizo Herodes de unos niños recien nacidos, ya que no sabía cuál de todos era el llamado “Mesías”, el que reinaría sobre este mismo Herodes y le quitaría el trono.
Así, la palabra “inocente” se referiría a la ingenuidad de los infantes, lo que en otro idioma se referiría al término “naive”. Lo curioso del caso es que la tradición popular transformaba esta conmemoración en una celebración, y viraba el término “inocente” , de manera tal que en vez de referirse a una mente de infante, que no se contaminaba con la malicia del adulto, quería decir entonces lo mismo que “estúpido” o “pendejo”, obligando a muchas personas a tomarle el pelo a sus amistades de manera que cayeran como “zánganos” en las trampas chistosas, cada 28 de diciembre.
Nuestra cultura había llegado a la fatalidad de igualar un día en que se recordaba la matanza de unos niños con el acto de coger de pendejos a otros… ¿Habráse visto mezcla tan retorcida?
En esto pensaba cuando escuché el veredicto a favor de Aníbal Acevedo Vilá de que era “no culpable” por los delitos imputados en la Corte Imperial. Pegado a la radio, esperé el momento del discurso de reivindicación de Aníbal, deseoso de escuchar alguna frase memorable, hasta que por fin, después de varios meses del silencio, desde las pasadas elecciones de 2008, el reivindicado habló:
“Anoche cuando me iba a acostar, escribí unas reflexiones que guardé aquí en mi blak-beri…”
Vino a mi mente esa imagen de un individuo en pijamas, con su gorrita y todo, incluyendo las pantuflas, ESCRIBIENDO EN UN “BLAK-BERI”, o la versión más aceptable, escribiendo en su computadora y trasladando el archivo del disco duro a la memoria del “blak-beri”. Me pregunté: si Aníbal leía un discurso de la victoria que escribió la noche anterior, ¿habrá escrito también un discurso de la derrota? Un político tan sagaz debía tener un plan B…
Debió guardar en su “blak-beri” un segundo discurso para leerlo. Entonces mi mente me llevó a cuestionar si en verdad la noche anterior le dió para escribir dos discursos, el de la derrota y el de la victoria, antes de acostarse junto a Piti; o si en verdad pudo lograr el sueño. Lo que me llevó a otro nudo gordiano: ¿y si Aníbal no escribió ninguno de los discursos por estar en tensión y otra persona le preparó un libreto y lo envió a su “blak-beri”?
Esa me parecía una hipótesis más razonable, que Aníbal “NPI”, que en el idioma de las abreviaturas quiere decir “Ni Puta Idea” tenía de lo que pasaría, que no pudo pegar el ojo durante esta semana, que el insomnio lo llevó el día siguiente a asistir con las manos temblorosas a la Corte Imperial, que regresó entonces a su casa directito al baño, que cuando lo llamaron de nuevo a la Corte Imperial porque el jurado tenía un veredicto y al regresar al patíbulo, sus ojos miraban hacia todos lados como queriendo identificar algún objeto fijo en el cual sembraría su mirada, y cuando escuchó el veredicto final, después de tanto silencio, no encontraría las palabras exactas y algún discursero de finas palabras le enviaría al “blak-beri” uno de los discursos de victoria…
Todo esto me venía de súbito a la mente cuando recordé aquella vez que uno de mis estudiantes decía que utilizaría el celular como “calculadora” y al acercarme noté que aquella no era una calculadora sino que guardaba como mensaje todo el procedimiento para resolver los problemas del examen… “blak-beri”; “Nice!”
¿Inocente…? Ahora Aníbal dice que unas de sus “debilidades” es confiar en la gente, o sea que su debilidad lo llevó a tener confianza en los miembros del jurado, como también tuvo confianza en las personas que actuaron incorrectamente en el esquema de fraude en el PPD… ¿Inocencia…? ¿Fe…?
Hace tiempo que yo abandoné la inocencia. Pero aquellos políticos, que son como Aníbal Acevedo Vilá, seguirán celebrando su inocencia como los que celebran el día de los Santos inocentes: cogiendo de pendejos a los demás… Se cantan “astutos” para dirigir un país, e “inocentes” para dirigir un partido…
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2 comentarios:
Todavía me chillan los oídos de escuchar a Carmen Yulín gritando "inocente" en un estado de euforia que parecía poseída por algún espiritu del más allá. Me hago eco de tu entrada. Ciertamente llovió aunque no se vió el aguacero caer pero el "ay bendito" de ver a Aníbal con sus hijos (los cuales llevó convenientemente el último día) pesó en los miembros del jurado.
Adelante y éxito.
Adelante y éxito.
Prometeo:
Este es el mismo que dijo que si Roselló no lo sabía, entonces era un inepto... Aunque fiscalía llevó un caso flojísimo y politiquero, el PPD se ha visto herido por el esquema de recoger dineros de los ricos. He escuchado a personas como Héctor Pesquera del MINH que han suavizado la cosa para Aníbal en nombre de los defectos del Imperio. Que Pesquera se cuide porque fue Aníbal quien choteó a Filiberto Ojeda Ríos.
Gracias por tu visita y comentarios...
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