
Ayer veía cómo un desterrado insistía entrar en su patria. Mel Zelaya iba sin armas, sin primeros mandatarios, sin ejércitos invasores a Honduras… Sólo con la espera de los brazos abiertos de su familia al otro lado de la frontera de Nicaragua, Nicaruagüita… Momentos de tensión y esperanza con un pie aquí y otro allá, me hicieron recordar a Jorge Drexler y su canción “El fuego y el combustible”, que dice así…
Todas las horas, todos los besos,
cada recuerdo que fuimos echando en el fuego,
un día, tal vez, darán calor…
Cada lágrima, cada gota de sudor
que el tiempo fue evaporando,
sonará un silbato de vapor.
Y más allá, del espectro visible:
habremos sido el fuego y el combustible…
Tomo el dolor, tomo el punzón de los celos,
lo dejo arder en la llama,
y un día tal vez saldrán de mí…
Y esta canción que se disipa en el viento
como señales de humo,
busca un cielo en que la leas tú…
Y en uno más, de los mundos posibles:
habremos sido el fuego y el combustible…
habremos sido el fuego y el combustible…
habremos sido el fuego…