domingo, 27 de mayo de 2012

Epístola a Prometeo a propósito del escándalo bancario del Vaticano y otras elucubraciones “novelescas”…


Michael:

Quiero advertirte antes de que leas esta carta, que en algunos lugares mezclo hechos reales con algunos pensamientos fantásticos, algo así como lo hace un novelista que toma de la Historia algunos eventos y plasma en el escrito un escenario donde se mueven unos personajes que no se dejan descifrar…

He leído algunos de tus mensajes en Twitter relacionados a un escándalo en la Iglesia Católica, específicamente del arresto de un mayordomo de Ratzinger que me lleva al recuerdo de otro escánadalo del pasado.

Además de mis molestias con el mundo político, del cual nunca estuve “ilusionado”, mi entusiasmo con aquella Segunda Conferencia Episcopal de Latinoamérica (CELAM) en Medellín, que sembró en toda Latinoamérica el espíritu de la Teología de la Liberación en tiempos de una represión generalizada por parte de las dictaduras de los Estados, se fue apagando al ver que Juan Pablo II, lejos de dirigir como un amante de la revolución eclesial a favor del Concilio Vaticano II que impulsaba Papa Juan XXIII, se convertía en el guerrero que combatía a aquellos teólogos de la liberación y otros liberales, con la ayuda de su colega, el alemán Ratzinger, quien luego lo sucedería como Papa.

Mi cuestionamiento constante me llevó a un desapego por la Iglesia Católica y ese proceso me convirtió en un anarquista, al punto que hoy veo a Jesús de Nazaret como otro revolucionario anarquista de su época, de manera que en vez de abandonar aquella fe, me la ha profundizado porque vive de la constante duda. Por la duda es que he ganado mi fe, una que no mueve montañas sino que es más modesta, la misma fe del Calvario que todos vivimos, la fe en la amenaza constante de la muerte que nos rodea para tratar de deshumanizarnos.

Este escándalo bancario del Vaticano parece a los ojos de algunos como algo “nuevo” pero tiene coincidencias con aquella tormenta del desaparecido Banco Ambrosiano. En la década de los 80’s Roberto Calvi fue mencionado como uno de los conspiradores para asesinar a Albino Luciani o Juan Pablo I y fue encontrado misteriosamente “suicidado”. Se especula que la mafia junto a la organización masónica P2, a la que Calvi perteneció, estuvo detrás del escándalo del Banco Anbrosiano

Para aquellos tiempos, Pablo VI tuvo un guardaespalda llamado Paul Casimir Marcinkus a quien apodaba como “El Gorila”. Sin ninguna experiencia financiera, Marcinkus fue elevado a la dirección del Banco Ambrosiano. Las autoridades italianas arrestaron a Marcinkus por varios crímenes financieros. Sin embargo, el acusado logró obtener “INMUNIDAD DIPLOMÁTICA” por parte del Vaticano, y así el arzobispo llegó a parar a los USA a la diócesis de Phoenix, Arizona. A Marcinkus, como a Roberto Calvi, se le vincula también con una conspiración para matar a Juan Pablo I. Albino Luciani, como estrenado Papa que se hizo llamar Juan Pablo I, quiso poner la casa en orden pero tras su repentina muerte vino al papado el polaco Karol Józef Wojtyła.

Karol Józef Wojtyła nombró a quien luego lo sucedería, el alemán Joseph Aloisius Ratzinger como el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, o sea, jefe de lo que antes se conocía como la Inquisición Romana.

...hasta aquí parte de la historia aderezada con investigaciones que nunca llegaron a su conclusión para convertirse en “especulaciones” de una conspiración, pero que en mi mente reviven con este escándalo del Banco del Vaticano, lo cual me lleva a imaginarme un drama novelesco que podría llenar varios tomos desde Benedicto XV, nombrado en 1914, a quien Ratzinger toma como su antecesor por su nombre Benedicto XVI , y fue el papa que impulsó un nuevo partido para que participara del proceso político italiano empujando a don Luigi Sturzo para que dirigiera lo que se llamaría inicialmente como “Partito Popolare Italiano” y luego se convertiría en la “Democracia Cristiana”.

El siguiente Papa después de la muerte de Benedicto XV fue Pío XI quien firmo nada más y nada menos con Benito Musollini los Pactos de Letrán, para fundar el nuevo Estado del Vaticano de manera que se le reconociera una soberanía política, la que utilizó luego en su momento ese Estado cuando le concedió “INMUNIDAD DIPLOMÁTICA” a Marcinkus para salir de sus acusaciones de crímenes financieros por parte del gobierno italiano.

Debemos recordar que el “Estado”de Italia, la “NACIÓN ITALIANA” fue formada en el decimonónico por la unión distintos reinos pequeños o ciudades estados, que no tenían un lenguaje común en aquella Europa que se construía desde el nuevo “liberalismo” antimonárquico, desde un capitalismo que acapararía los medios económicos mundiales.

La jerarquía Católica buscó estos acuerdos de Letrán para caer en un estado parecido al anterior de la unificación de Italia, pero al costo de aliarse a un dictador.

En este drama novelesco, todo lo anterior se podría presentar desde una perspectiva retrospectiva, como escenas de una historia del pasado que inciden en el presente.

Definiría la actual época de esta “novela”, que yo podría firmar y la considerarían como una especie de apócrifo (απόκρυφος), a una trama de un período de unos 50 años, desde el papado de Angelo Giuseppe Roncali quien se hizo llamar Juan XXIII.

Imagínate una trama de 50 años que toma como base una REVOLUCIÓN que trataba de implantar un buen Papa, y que arrastra los desvaríos de Papas que se aliaron a un dictador para que les permitiera tener el poder de un Estado... como si esa búsqueda de “soberanía” los hubiese arrastrado a ser aliados de las intrigas políticas, financieras y mafiosas de Italia, una trama de un hombre viejo y enfermo como Angelo que luchaba contra sus antecesores y contra sus sucesores, como si la guerra de ESE PAPA, de Angelo, estuviese asediada por la retaguardia y la vanguardia, una lucha de alguien que pelea con su pasado y su futuro…

Veo a un Angelo preocupado por el atraso histórico de la Iglesia, y que convoca al Concilio Vaticano II para REVOLUCIONAR las prácticas pastorales desde una HUMILDAD EVANGÉLICA. Y no me refiero estrictamente al sentido “bíblico” del término sino al espíritu de salvación que Jesús de Nazaret predicó, que en aquellos tiempos revolucionaba a la Iglesia judía y en estos revolucionaría a la Iglesia Católica, un espíritu que anuncia la “BUENA NUEVA” a las personas de TODAS las condiciones.

Lamentablemente para esta “novela”, que podría estar cercana a una tragedia, la muerte de Angelo por el cáncer no le permitiría concluir su Concilio y así, entran en función las fuerzas que apagarían ese llamado del “Papa Bueno”. Entre los soldados que asumirían apagar la llama se encuentra un joven teólogo llamado Ratzinger.

Después de “El Papa Bueno”, fue electo Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montin que se hizo llamar Pablo VI, un bendecido por la Curia Romana, que tendría la misión de suavizar el intento de cambio que trajo Angelo.

Bajo el papado de Giovanni se trató de constituir la Curia con mayor personal del extranjero para que no se viera tan “italiana”, quizás por si surgiera de la misma Italia otro Angelo que hiciera temblar a la Iglesia, quizás era mejor buscar a potenciales papas en el extranjero donde podrían encontrar a obispos más conservadores para hacerse cargo de la institución.

En este sentido, el tiro le salió por la culata a Giovanni porque después que murió, fue electo un italiano que dirigió su ataque principal sobre la Curia Romana. Sin embargo, a Angelo lo tuvieron que llamar “El Papa Breve” ya que murió 33 días después de su nombramiento.


…y continúa mi elucubración novelesca…

Las huestes del terror opuestas a los cambios revolucionarios de la Iglesia se enfilaron y en dos días nombraron a Wojtyła como el nuevo Papa, a sus 58 años el Papa más joven de ese siglo, posiblemente con la expectativa de que durara muchos años en el papado. Su misión era sacar del escándalo a la Iglesia vinculada a la mafia italiana y la propaganda se dirigió a llevarlo por todo el globo terráqueo, y así se reconocería como “El Papa Viajero”.

Mientras Wojtyła viajaba por el mundo, en Roma mantenía trabajando a Ratzinger en el puesto de jefe de la Prefectura de la Congregación para la Doctrina de la Fe, o Santa Inquisición Romana como si fuera un búnker de Roma. Después que Ratzinger fungiera como teólogo reformista para la época del Concilio Vaticano II, abandonó a sus colegas de Tubinga, entre ellos al teólogo Hans Küng, asumiendo esta vez una postura distinta a la anterior, afirmando del Concilio Vaticano II que “…en el Concilio penetró la brisa de la era Kennedy, de aquel ingenuo optimismo…”.

La historia acaba con el mundo que ha recreado Ratzinger desde el pasado político liberal, para aterrizar en un presente neo-liberal en el decimonónico, donde el mundo se convulsiona AHORA con las protestas de los “INDIGNADOS” que en España llaman el “15M”, y en USA “Occupy Wall Street”.

Retumba al final, como epitafio de una clase política y económica que se resiste a morir, la nueva consigna del movimiento mundial, que se escucha hasta en la Plaza San Pedro del Vaticano, que no tiene nada de nueva por tomarse, sin querer, del pensamiento marxista de la lucha de clases: “SOMOS EL 99%”...



NOTA AL CALCE:

A continuación un documental que trata la misteriosa muerte de Juan Pablo I:

2 comentarios:

Prometeo dijo...

He aprendido más leyendo esta entrada que en los artículos y libros que he leído al respecto. Gracias por la información Elco.

El Vaticano es un estado más. Sujeto a las presiones económicas que llevan a otros estados a hacer cosas por mantener la estabilidad o el poder.

Yo ya no confío en las instituciones eclesiásticas aunque pertenezco a una. Hace un tiempo estaba bien activo en las actividades de mi iglesia y ascendí posiciones en la jerarquía hasta que ví cosas que no me gustaron. Cambié de grupo y ahora me mantengo en la banca para no ver lo que sospecho. Quiero creer en Dios a pesar del obstaculo que representan las intituciones religiosas. No es fácil pero hasta ahora he logrado sobrevivir.

Hace un tiempo una joven me preguntó por algo que ella ve "mal" en la organización. Me sorprendió que se diera cuenta a su edad. Le dije que yo estaba viendo lo mismo. Parece que por más que quiera no puedo evitar mirar lo que está incorrecto. Algún día tocaré el asunto.

La corrupción está en todas partes. Me da pena admitirlo pero las instituciones religiosas no están exentas de ella. Pero mi fe me dice que habrá un juicio antes Dios y allí todos rendiremos cuentas, incluyendo los líderes religiosos de hoy.

Adelante y éxito.

Elco Lao dijo...

Gracias por tus palabras…

Yo todavía tengo fe, pero como dije: “…una que no mueve montañas sino que es más modesta, la misma fe del Calvario que todos vivimos, la fe en la amenaza constante de la muerte que nos rodea para tratar de deshumanizarnos.”

Uno de mis teólogos católicos favoritos, el español José María Castillo, escribió al principio de mayo de este año una reflexión que tituló: “El pecado de omisión”, a propósito del silencio de la Conferencia Episcopal Española (CEE) que reúne a todos los obispos de España, frente a una situación social donde las clases dominantes han agrandado la distancia entre los ricos y los pobres, de manera que el pobre queda desventajado.

Así dice Castillo:

***EMPIEZA LA CITA***

Según el relato solemne del “juicio final”, tal como lo presenta el evangelio de Mateo (25, 31-46), la sentencia condenatoria, contra los que se perderán para siempre, no será por “lo que hicieron”, sino por “lo que no hicieron”. Exactamente por sus pecados de omisión: “Tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, estaba desnudo y no me vestisteis, estaba en la cárcel y no fuisteis a verme, era extranjero y no me acogisteis....”. A todos estos desgraciados, los que se condenan no les hicieron daño alguno. Simplemente, se limitaron a dejarlos como estaban.

(…y continúa Castillo…)

Pero hay más. Porque Jesús, además de lo que dijo en lo del juicio final o “juicio de las naciones”, se despachó a base de bien en la parábola del rico epulón y Lázaro (Lc 16, 19-31). La parábola es tajante. Porque, en realidad, el rico no le hizo ningún daño al pobre Lázaro. Ni siquiera lo echó del “portal” de su casa, que lógicamente afearía la entrada a la mansión de un señor que vestía y comía con tanto refinamiento. Pues no. Lo dejó allí, tal como estaba. Y eso fue su perdición. Que es justamente lo mismo que Jesús censura en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37). Si el texto se lee con atención, enseguida se comprende que Jesús no denuncia la conducta de los bandidos que apalearon y robaron al desgraciado caminante. La crítica mordaz de Jesús va contra el sacerdote y el levita, que vieron al herido que se desangraba en la cuneta del camino, dieron un rodeo, y pasaron de largo. Aquellos clérigos no le hicieron daño alguno al moribundo. Simplemente lo dejaron como estaba.

Mucha gente se pregunta por qué muchos obispos, y tantos hombres de Iglesia, se quejan de “otros” pecados, mientras que, en las situaciones límite que millones de criaturas están viviendo en este país, se limitan a decir que es una pena, un dolor...., pero que también es verdad que la Iglesia es Madre y ayuda a más de lo que mucha gente se imagina. Pero el hecho es que la CEE sabe perfectamente que, en esta situación concreta, tiene un poder que no ejerce.

***TERMINA LA CITA***

Lo que me apena de esta situación es que ya casi todos mis teólogos favoritos se están muriendo de viejo, y no veo a otros nuevos que alcen esa bandera de denuncia contra una institución eclesial, como reflexiona Castillo, dirigida por expertos en el discurso acusador contra los pecados de acción, y miserables del SILENCIO a la hora de hablar de los pecados de omisión…