Foto de Reuters en el Haití del terremoto.
Escribí acerca de la estupidez de Pat Robertson cuando culpó al pueblo haitiano por haber hecho un pacto con el diablo, y que por esto Dios diz que los había castigado.
Me referí al supuesto pacto y encontré una oración que hicieran los esclavos antes de su lucha por la liberación de Haití, que decía:
El Dios que creó el sol que nos alumbra, que despierta las olas y las normas de la tormenta, aunque oculto en las nubes, nos mira. Él ve todo lo que el hombre blanco no. El dios del hombre blanco le inspira a la delincuencia, pero nuestro Dios nos llama a hacer buenas obras. Nuestro Dios, que es bueno para nosotros, nos ordena a vengar nuestras desgracias. El dirigirá nuestros brazos y nos ayudará. Desecha el símbolo del dios de los blancos, que tantas veces nos hizo llorar, y escucha la voz de la libertad, que habla en el corazón de todos nosotros.
Si leemos los salmos de la Biblia, veremos algunos parecidos…
Salmo 35
(1) Combate, Señor, a los que me atacan,
pelea contra los que me hacen la guerra.
(2) Toma el escudo y el broquel,
levántate y ven en mi ayuda;
(3) empuña la lanza y la jabalina
para enfrentar a mis perseguidores;
dime: “Yo soy tu salvación”.
(4) Que sufran una derrota humillante
los que intentan quitarme la vida;
que vuelvan la espalda confundidos
los que traman mi perdición.
(5) Que sean como la paja ante el viento,
mientras el Ángel del Señor los arrastra;
(6) que su camino sea oscuro y resbaladizo,
mientras el Ángel del Señor los persigue.
(7) Porque me tendieron sus redes sin motivo
y me cavaron una fosa mortal:
(8) ¡que los sorprenda un desastre imprevisto;
que sean atrapados por sus propias redes,
y caigan en la fosa que ellos mismos cavaron!
(9) Pero yo me alegraré en el Señor,
me regocijaré por su victoria;
(10) todo mi ser proclamará:
“Señor, no hay nadie igual a ti;
tú libras al débil de las manos del más fuerte,
y al pobre, de aquel que lo despoja”.
(11) Se presentan contra mí testigos falsos;
me piden cuenta de cosas que ignoro;
(12) me devuelven mal por bien,
dejando mi alma desolada.
(13) Yo, en cambio, cuando ellos estaban enfermos,
me cubría con ropas de penitente,
afligía mi alma con ayunos
y oraba con la cabeza inclinada.
(14) Ellos eran para mí como un amigo o un hermano,
y yo andaba triste y abatido,
como quien llora la muerte de su madre.
(15) Pero cuando tropecé ellos se alegraron,
se juntaron todos contra mí
y me golpearon sorpresivamente;
me desgarraban sin cesar,
(16) se burlaban de mí con crueldad
y rechinaban contra mí sus dientes.
(17) Señor, ¿cuánto tiempo vas a tolerarlo?
Líbrame de los animales rugientes,
salva mi vida de los leones;
(18) y te daré gracias en la gran asamblea,
te alabaré en medio de una multitud.
(19) ¡Que no canten victoria
mis enemigos traicioneros,
ni se guiñen el ojo los que me odian sin motivo!
(20) Ellos no hablan de paz,
sino que atacan a los oprimidos de la tierra;
traman planes engañosos
(21) y se ríen de mí a carcajadas, diciendo:
“Lo hemos visto con nuestros propios ojos”.
(22) Tú también lo has visto, Señor, no te calles;
no te quedes lejos de mí, Señor:
(23) ¡despiértate, levántate, Dios mío,
Señor mío, defiende mi causa!
(24) Júzgame según tu justicia, Señor:
Dios mío, que no canten victoria sobre mí;
(25) que no piensen: “Se cumplió nuestro deseo”,
ni digan: “Lo hemos devorado”.
(26) Que sufran una derrota humillante
los que se alegran de mi desgracia;
que se cubran de confusión y de vergüenza
los que se envalentonan contra mí.
(27) Canten, en cambio, y alégrense,
los que desean mi triunfo;
los que desean mi felicidad, repitan siempre:
“¡Qué grande es el Señor!”.
(28) Entonces mi lengua pregonará tu justicia,
y cada día proclamaré tu alabanza.
¿Existe alguna diferencia entre el canto de guerra de un David que combatió a Goliat, y el de los haitianos...? Quizás sus esclavizadores, cuando le hablaban de su “dios”, jamás les enseñaron a rezar este salmo... Quizás les predicaban, a los esclavos, el “dios de la sumisión”…
Conozco a personas que piensan igual que el desquiciado Pat... Tienen esa visión de Sodoma y Gomorra destruída porque detrás de su pensar existe una justificación para cruzarse de brazos a la hora de combatir las injusticias que nos redean y dicen: “Dios se encargará de todo y los castigará.” Sé que el buen Padre nos alecciona de muchas maneras, entre ellas incluyó en nuestra condición humana la capacidad para sentir no sólo el dolor físico sino el espiritual, incluyó como una marca indeleble el dolor de la desolación y el abandono del propio Dios:
Salmo 22
(1) Del maestro de coro. Según la melodía de “La cierva de la aurora”. Salmo de David.
(2) Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
¿Por qué estás lejos
de mi clamor y mis gemidos?
(3) Te invoco de día, y no respondes,
de noche, y no encuentro descanso;
(4) y sin embargo, tú eres el Santo,
que reinas entre las alabanzas de Israel.
(5) En ti confiaron nuestros padres:
confiaron, y tú los libraste;
(6) clamaron a ti y fueron salvados,
confiaron en ti y no quedaron defraudados.
(7) Pero yo soy un gusano, no un hombre;
la gente me escarnece
y el pueblo me desprecia;
(8) los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
(9) “Confió en el Señor, que él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto”.
(10) Tú, Señor, me sacaste del seno materno,
me confiaste al regazo de mi madre;
(11) a ti fui entregado desde mi nacimiento,
desde el seno de mi madre, tú eres mi Dios.
(12) No te quedes lejos, porque acecha el peligro
y no hay nadie para socorrerme.
(13) Me rodea una manada de novillos,
me acorralan toros de Basán;
(14) abren sus fauces contra mí
como leones rapaces y rugientes.
(15) Soy como agua que se derrama
y todos mis huesos están dislocados;
mi corazón se ha vuelto como cera
y se derrite en mi interior;
(16) mi garganta está seca como una teja
y la lengua se me pega al paladar.
(17) Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies
y me hunden en el polvo de la muerte.
(18) Yo puedo contar todos mis huesos;
ellos me miran con aire de triunfo,
(19) se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
(20) Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.
(21) Libra mi cuello de la espada
y mi vida de las garras del perro.
(22) Sálvame de la boca del león,
salva a este pobre de los toros salvajes.
(23) Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
(24) “Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.
(25) Porque él no ha mirado con desdén
ni ha despreciado la miseria del pobre:
no le ocultó su rostro
y lo escuchó cuando pidió auxilio”.
(26) Por eso te alabaré en la gran asamblea
y cumpliré mis votos delante de los fieles:
(27) los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!
(28) Todos los confines de la tierra
se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.
(29) Porque sólo el Señor es rey
y él gobierna a las naciones.
(30) Todos los que duermen en el sepulcro
se postrarán en su presencia;
todos los que bajaron a la tierra
doblarán la rodilla ante él,
y los que no tienen vida
(31) glorificarán su poder.
Hablarán del Señor a la generación futura,
(32) anunciarán su justicia
a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor.
...que es el mismo rezo de Jesús de Nazaret en la cruz...
El dolor es parte de nuestra vida y no lo podemos evadir en ciertos momentos. En nuestra sociedad existen movimientos “filosóficos” de nuevas eras que afirman que el dolor es un asunto de perspectivas porque tenemos que verle el lado “positivo” a las cosas, porque dicen estos filósofos de la mentira que lo negativo llama a las “energías” negativas…
¡Al carajo con eso…! Existe el dolor y como dolor tenemos que confrontarlo. Y si ESE dolor va acompañado de la injusticia, TENEMOS QUE COMBATIR LA INJUSTICIA QUE CAUSA ESE DOLOR…
Lo otro sería echarle la culpa a los que sufren para eximir de culpas a los que hacen sufrir… Lo otro sería evadir el dolor constante y tratar de aliviar momentáneamente los dolores que saltan a la vista, para encubrirlos después con el olvido y con las pasadas cortinas o velos que lo tapaban… Lo otro sería hacer un espectáculo de millones de dólares y lágrimas y canciones para hacernos parecer piadosos y bondadosos con el dolor de personas en desgracia que están en la lejanía y luego esconderse en la madriguera del propio país y callarse ante la desgracia de los desplazados de nuestra propia casa… Lo otro sería asumir un dolor “soportable” para evadir el dolor de la persecusión…
El dolor es un misterio, y como tal debemos discernir qué implica ese dolor en nuestras vidas. Cada dolor tiene su sentido, y algunos tienen cura pero otros son inevitables, como inevitable es el último dolor: la hermana muerte… Como rezaba San Francisco de Asís:
El cántico de las criaturas
Altísimo y omnipotente buen Señor,
tuyas son las alabanzas,
la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te convienen
y ningún hombre es digno de nombrarte.
Alabado seas, mi Señor,
en todas tus criaturas,
especialmente en el Señor hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor,
por el hermano viento y por el aire
y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,
por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor,
por el hermano fuego,
por el cual iluminas la noche,
y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos
con coloridas flores y hierbas.
Alabado seas, mi Señor,
por aquellos que perdonan por tu amor,
y sufren enfermedad y tribulación;
bienaventurados los que las sufran en paz,
porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor,
por nuestra hermana muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
Ay de aquellos que mueran en pecado mortal.
Bienaventurados a los que encontrará
en tu santísima voluntad
porque la muerte segunda no les hará mal.
Alaben y bendigan a mi Señor
y denle gracias
y sírvanle con gran humildad.
…y yo le añado una estrofa a esta oración de San Francisco:
Alabado seas, mi Señor,
por el hermano terremoto y por el hermano huracán,
con uno ajustas la firme roca
del planeta que nos sostiene,
y con el otro limpias su superficie
para sembrar de nuevo en ella…
Bienaventurados los que tienen al tercer planeta
como su refugio indispensable…
Amén…
Frente al dolor de Haití, y de las injusticias que llevan a la pobreza aquí en Puerto Rico y en el mundo, repaso aquella película de Franco Zeffirelli: “Hermano sol, hermana luna”, acerca de la vida de San Francisco de Asís:
Gracias Francisco… por el recuerdo y por la foto que me enviaste de Reuters…
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