No es parte de mi costumbre en este Blog reproducir íntegramente escritos ajenos, pero este reportaje recoge algunas afirmaciones tanto de Myrisa, compañera bloguera de “En el país de los ciegos”, como de mi parte, en una discusión que tuvimos en el hermano Blog “Poder 5”, de Prometeo, y que tituló “¿Por qué Haití es tan pobre?”. No pretendo resolver las diferencias discutidas anteriormente, pero algunas de las expresiones tanto de Myrisa como mías, aunque a veces disímiles, parecen afirmarse en algunas secciones de este reportaje…
Haití frente a grandes desafíos
Por: MARIANO AGUIRRE Y AMÉLIE GAUTHIER
01-07-2008
La posible designación de la economista Michèle Pierre-Louis como Primera Ministra podría desbloquear la situación de parálisis que vive Haití desde abril pasado, cuando la crisis originada por el aumento de los precios de la alimentación derribó al entonces primer ministro Jacques Edouard Alexis. Haití enfrenta desafíos políticos y económicos, mientras que la comunidad internacional debate sobre cuál es la mejor vía para ayudar al desarrollo e institucionalización de este país.
La parálisis política se manifiesta en un creciente descontento de todos los sectores que desean que se avance en una visión estratégica y un plan a largo plazo del gobierno para el país, se active la economía y se inicie una lucha contra la pobreza y la exclusión. La situación de Haití en este momento está marcada por cuatro factores: la crisis política, la incógnita sobre el futuro de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), la reforma del poder judicial y el impacto de la crisis económica.
Desde abril se han presentado dos candidatos al puesto de Primer Ministro, y han sido vetados por la Concertación de los Parlamentarios Progresistas (CPP) grupo de diputados con suficiente peso para bloquear cualquier iniciativa de estabilizar el proceso político.
Los miembros del CPP están entre el interés en el caos para defender sus intereses ilícitos y la obediencia al jefe del Estado.
El Presidente René Préval, que fue elegido en 2006 en elecciones organizadas con la asistencia de MINUSTAH, es visto como un político pasivo que no toma iniciativas y que está tardando demasiado en promocionar proyectos imprescindibles para regenerar la economía o el Estado. Sin embargo, se le reconoce la virtud de haber cambiado el modelo de política sectaria que ha tenido Haití durante décadas. "Préval ha practicado el consenso, ha permitido que surja la disidencia sin reprimir, ha incluido opositores en su gobierno y esto ha modificado positivamente el camino hacia la democracia", indica un analista político. Sin embargo, sus críticos le acusan de no ir en contra de politicos que tienen relaciónes estrechas con los narcotraficantes y de proteger a líderes de bandas armadas.
Haití no es un país de consumo sino de tránsito de droga, especialmente hacia Estados Unidos. Los narcos haitianos tienen vínculos con algunos diputados y senadores, y financian a funcionarios del Estado mal pagados y corruptos. "Pero Préval, indica un empresario favorable al proceso democrático, se ha distanciado de esos amigos y base electoral del pasado e inclusive ha permitido que MINUSTAH actúe contra ellos".
Las medias verdades
El mayor problema con el Presidente es que no se sabe si hace política sin hacerla o si su pasividad es una forma de acción. No en vano en Haití se dice que las cosas no son como se ven y que los extranjeros no entienden esa otra realidad. "La mentira es parte de la cultura de una sociedad de esclavos que se vio obligada a mentir para sobrevivir", explica un funcionario de la ONU con varios años en el país. La realidad parece estar en algún punto intermedio entre diversas visiones, juego de espejos que parece haber contagiado a la comunidad internacional de donantes presente en el país.
Los esclavos africanos y sus descendientes generaron una cultura religiosa y una visión del mundo, el vudú, que practicaron y siguen practicando de forma paralela a la religión católica de los colonizadores franceses, y que ha dado notables expresiones artísticas. Los esclavos que huían mentían sobre a quién pertenecían y siempre desconfiaron del poder blanco, mestizo, negro asimilado y sobre todo del Estado. Así nació la práctica del marronage una forma de dar información sin decir la verdad que rige parte de las relaciones sociales de Haití y que es un quebradero de cabeza para los extranjeros.
Por ejemplo, cuando en abril subieron los precios del arroz y otros productos de la alimentación básica y hubo manifestaciones violentas frente al Palacio presidencial. Desde fuera se interpretó como una rebelión contra el hambre, pero dentro muchos piensan que a pesar de que hay hambre, aumentos de precios y de que hubo manifestaciones, en realidad, todo fue otra cosa. La gente habría salido a la calle con fines diferentes. Así, unos analistas creen que el primer mandatario tardó una semana en decir públicamente lo poco que dijo para promover la caída del entonces primer ministro Alexis.
"Mantuvo una neutralidad inquietante", nos dice un periodista y se pregunta si desde Presidencia no se promovió la caída de Alexis, posible candidato a Presidente en las elecciones de 2011. En círculos de MINUSTAH creen, en cambio, que fueron los sectores que no quieren la estabilidad del país los que provocaron al Gobierno y a las fuerzas internacionales a que adoptaran medidas impopulares de fuerza.
Políticos de otro mundo
La política haitiana ha estado dominada por Préval o por el ex presidente Aristide, y por sucesivas misiones internacionales, durante las últimas dos décadas. Préval ya fue Presidente entre 1996 y 2001 y Primer Ministro en 1991. Las elecciones de 2011 ya estan en juego y es posiblemente la mayor incógnita para Haití. Será una nueva oportunidad de un liderazgo diferente cuyos representantes aceptasen gobernar algo más para el país y no para sus intereses. También, si la sociedad empieza a confiar en los políticos y si se va pasando del caudillismo presidencial a concebir las elecciones como forma de participación legislativa y municipal.
"Los políticos haitianos practican una política florentina, como si el país fuese rico y no tuviese problemas; viven en otro mundo", afirma un embajador europeo. De hecho, una visita a las calles de Port au Prince, a cualquiera de sus barrios más marginados, o una salida de la capital confirma que la política está en un sitio, la realidad del 98% de la población en otro, y el Estado casi en ningún sitio.
La gente de Haití dice que el Aeropuerto Toussaint Louverture (nombre del líder de la independencia en 1801) tiene dos puertas: una al paraíso, si se va a salir del país, y otra al infierno si se está llegando. La situación deplorable de las calles, la falta de un sistema de enseñanza pública, 85% de analfabetismo, carencia casi total de sistema de salud, desprotección de la infancia, violencia masiva contra la mujer, la falta de justicia para la mayoría de los ciudadanos, la pobreza profunda de cientos de miles de personas que ganan menos de 2 dólares al día en un país con precios similares a Europa, son algunos datos de esta realidad.
La mayor parte de los políticos, diputados y senadores del país, sin embargo, están más preocupados por mantener sus puestos y privilegios que por estas cuestiones. "Estamos aprendiendo", nos dice un diputado que, sin embargo, ya sabe lo esencial: "el Parlamento necesita más poder e independencia". Hay políticos que afirman abiertamente que quieren legislaciones que faciliten sus negocios. "Les cuesta entender, afirma un funcionario internacional, que si antes obtenían nueve de cada diez contratos del Estado, ahora quizá sólo obtengan seis". Haití está entre los cinco países más corruptos del mundo. Pero además de la corrupción, otro problema grave es la inercia.
Una idea muy extendida es que la sociedad haitiana, y en particular sus políticos, se han acostumbrado a vivir de la ayuda internacional y a que se tomen las decisiones desde fuera. El flujo masivo de fondos internacionales no ayuda en este sentido a frenar esa tendencia y algunos cooperantes oficiales y no gubernamentales se preguntan mientras dialogamos si tanta ayuda ha servido para algo. "Décadas de ayuda internacional, de venir aquí con nuestros modelos y recetas, pero cuando miro por la ventana veo que la pobreza, la miseria, la corrupción, todo ha empeorado".
Huyendo hacia arriba
Frente a la corrupción, la inercia y la ineficacia, hay movimientos de la sociedad civil y organizaciones que trabajan por una recuperación de la política comprometida con los problemas reales. Diversos funcionarios internacionales reconocen la inmensa dificultad pero consideran que hay avances institucionales y sociales aunque lentos y a veces imperceptibles dentro de un proceso de largo plazo. Uno de los terrenos en que empezaría a haber un cambio es en las élites.
Si un abismo existe entre los políticos y los ciudadanos, el otro es entre la minoría rica y el resto del país. En Haití no hay una burguesía inversora y productora de bienes. La mayor parte de la élite es comerciante: importa comida, coches (legal e ilegalmente en el marco del extendido mercado del robo) y otros bienes, y los distribuye en un pequeño mercado formal y en un inmenso mercado informal que está en cientos de miles de personas que venden de todo en las calles de las ciudades.
Después de la inestabilidad en los años 90 y principios de siglo más el boicot internacional hasta 2004, muchas empresas se fueron pero quedan algunas fábricas que aprovechan una mano de obra muy barata para producir ropa que requiere poca elaboración y que se vende en Estados Unidos y Europa.
"Pero estamos cambiando", nos dice un miembro del Grupo 184, una coalición de empresarios y sociedad civil que promovió la caída de Aristide en 2004. Cada vez hay más empresarios, banqueros, controladores del comercio que empiezan a ver que es mejor pagar impuestos, actuar dentro del marco de un Estado constituido y ser actores legales en la globalización. Son todavía pocos y desconfían del poder político nuevo y de MINUSTAH. "Se sienten excluidos del proceso", dice un funcionario del Banco Mundial con la mayor seriedad.
La élite vive en las montañas que rodean Port au Prince, detrás de muros y sistema de seguridad, temerosos de aproximadamente 40 secuestros al mes. Como nos cuenta un embajador, "muchos de los miembros de la élite te miran a los ojos y te dicen que en Haití no hay pobreza". Cuando se enferman suben a una helicóptero o un avión y se van a Miami. De hecho, desde tan arriba en las montañas es difícil ver que la masa gris de casas carece de infraestructura esencial. "¿Hasta dónde van a llegar?", nos dice un funcionario que conoce muy bien el país: ¿"Hasta el cielo, huyendo de la miseria de las chabolas?" En efecto, cada mes, cada año, la ciudad crece de abajo hacia arriba en los montes, y los pobres llevan consigo la miseria.
La ciudad del sol (Cité Soleil)
Una parte de Port au Prince que está muy abajo, cerca del mar, es Cité Soleil: aproximadamente 300.000 personas hacinadas en casas sin baños ni agua potable, ni escuelas ni sistemas de salud. Este ha sido el reino de varias bandas armadas que controlaban desde el robo de pobres contra pobres hasta la violencia contra las mujeres y, dado que el Estado no lo hace, la protección y la provisión de algunos servicios. Algunas de esas bandas tenían, a la vez, conexiones con representantes del depuesto presidente Aristide.
En 2006 el entonces Representante Especial del Secretario General de la ONU, Edmond Mulet, decidió acabar con las bandas. MINUSTAH asistió a la Policia Nacional Haitiana, entró, se enfrentó, mató a unos líderes mafiosos y encarceló a otros. Se llevó a cabo un limitado proceso de desarme pero la ciudad del sol se calmó. "¿Qué pasó con las armas?", le preguntamos a un líder de una organización local que trabaja con jóvenes para la reducción de la violencia. "Duermen", nos contesta mientras pasamos frente a un edificio agujereado por las balas del armamento pesado que se disparó en 2006.
"En Haití hay varias Cité Soleil", dice un investigador del Instituto Interuniversitario que coordina el proyecto contra la violencia. "En Carrefour y Martissant se hacinan cerca de un millón de personas, y ahí no entraba nadie. Inclusive MINUSTAH, pasaba por los laterales".
La fuerza internacional
Entre MINUSTAH, el sistema de la ONU y otros donantes, la presencia internacional es muy fuerte en Haití. Después de varias misiones de la ONU, la OEA y Estados Unidos con mandatos limitados, en 2004 Francia y Estados Unidos forzaron la salida del presidente Aristide. Este había pasado en una década de ser un político que inspiraba a casi toda la sociedad a un líder populista autoritario que se apoyó en bandas violentas y que dividió más a la sociedad. El país se fragmentó, con varios grupos armados controlando zonas o queriendo tomar el Palacio Nacional, al tiempo que colapsó económicamente debido al boicot económico internacional liderado por Estados Unidos y el caos interno.
Desde 2004 Brasil lidera los 7.200 militares de la MINUSTAH. El mandato de la misión es crecientemente amplio: proveer estabilidad y seguridad, asistencia al gobierno en fortalecer las instituciones del Estado (con especial atención al Estado de Derecho) y controlar fronteras, y coordinar el sistema de Naciones Unidas. MINUSTAH actúa de forma paralela, en coordinación y también en tensión, con las agencias del sistema de Naciones Unidas, como el PNUD y la decena de agencias presente en el país.
Por las calles de Port-au-Prince y otras ciudades transitan centenares de coches blancos con el logo UN y decenas de tanquetas y blindados con soldados de diversas nacionalidades armados. Estos cascos azules no pueden usar la fuerza,salvo si son atacados. Pero los 7.500 efectivos de la Policía Nacional Haitiana no son suficientes para controlar un país de aproximadamente 9 millones de habitantes y MINUSTAH actúa como una fuerza simbólica de disuasión en dos direcciones: evitar que vuelvan a formarse bandas armadas, y garantizar la seguridad del Gobierno, el Parlamento y la policía.
Para algunos sectores dentro y fuera de Haití, la misión de la ONU es una fuerza de ocupación, que está haciendo el trabajo a Estados Unidos y Francia. Pero muy diversos sectores dentro del país consideran que su presencia ha sido clave para disolver las bandas y es necesaria para garantizar la transición hacia una democracia y una institucionalización más permanente. El problema no es si MINUSTAH debe estar en Haití, según otros actores internacionales, sino cómo está. Un funcionario europeo nos dice que la misión es "como un pulpo" que está en todo, y que eso debilita la capacidad del Estado en vez de fortalecerlo.
Para este y otros críticos la Misión debe proveer seguridad y dejar a otros organismos que se ocupen de desarrollo. En realidad, ese es el mensaje que da Hédi Annabi el actual Representante Especial del Secretario General, quien considera que la MINUSTAH debe proveer seguridad pero que es fundamental generar desarrollo. Después de las elecciones de 2011 la Misión deberá revisarse, y es posible que se reduzca su componente militar y aumente el policial.
Dormir de pie
Uno de los sectores claves que se ocupa MINUSTAH es la policía y quiere, con el apoyo de diversos donantes, que en 2011 haya 14.000 efectivos. El problema no es sólo tener una fuerza policial efectiva y no corrupta sino que detrás haya un sistema judicial efectivo. Casi no hay cárceles y las que hay son el infierno. La penitenciaría de Port au Prince tiene siete veces más presos que su capacidad y carece de servicios mínimos, o espacio para que los presos no tengan que dormir de pie. El 97% de los detenidos no están acusados de nada y algunos llevan años esperando que se les procese o cumplen penas más allá de sus condenas. UNICEF calcula que alrededor de 200 detenidos sin proceso son menores de edad.
Pero los donantes internacionales no tienen mucho entusiasmo por financiar prisiones, pese a la importancia crucial que ello tiene, y salvo Noruega, y ahora España, ninguno quiere ser visto en este campo de la ayuda. El problema se agudiza porque Estados Unidos, y en menor medida Canadá, están repatriando a criminales haitianos desde esos países. Cada mes llegan desde Nueva York, Miami o Montreal unos 200 delincuentes a Haití, algunos de ellos descendientes de haitianos que no hablan francés ni créole, e ingresan la delincuencia y el crimen en las calles. Dado que MINUSTAH está formando 600 policías al año, la carrera entre seguridad pública y crimen es altamente desigual.
¿Quién quiere reformar la Justicia?
Con un sistema judicial cerrado en sí mismo y corrupto, y ante la presión carcelaria, los policías tienen que actuar como jueces locales de paz, solucionando disputas y tolerando la mayor parte de los delitos. Una de las prioridades de MINUSTAH, de UNDP y de muchos donantes es reformar el sistema de Justicia.
Cuando preguntamos quiénes son los actores haitianos que quieren esa reforma, la lista es muy corta, pero lo peor es que casi ningún juez la quiere. "Llegamos y les decimos que venimos a colaborar para que sean honestos y nos miran con sorna y con asombro", dice un funcionario internacional. De hecho, la mayoría de los que han estudiado abogacía y han entrado a la magistratura lo han hecho para obtener grandes beneficios y no para ser honestos.
La justicia es algo que para la mayoría de los haitianos no existe ni tiene un contenido concreto. Durante dos siglos las leyes se han escrito en francés, pero la gente habla y escribe en creóle una síntesis de lenguas africanas, francés y otras que, como casi todo, se parece pero no es. La justicia ha sido un instrumento de relación entre los miembros de la élite y una herramienta de opresión para los pobres. "El problema de la justicia tiene que ver especialmente con la exclusión social de la mayoría", dice Hérold Jean-François en la sede de la Radio 98.5 FM.
MINUSTAH ha impulsado que se voten en el parlemento tres importantes leyes: crear el Consejo Superior del Poder Judicial, fundar la Escuela de la Magistratura, e instaurar un Estatuto de la Magistratura. A partir de ahí el Tribunal Superior del Poder Judicial llevará a cabo un proceso de certificación que garantice que los aproximadamente 600 magistrados no son corruptos, algo difícil de probar en varios casos.
Algunos analistas consideran que estas medidas son importantes pero que hasta que sean efectivas -"no se forma un juez en seis meses", repiten-- deben buscarse fórmulas intermedias de justicia, por ejemplo, contando con los consejos de ancianos en los pueblos o asitencia legal con laboratorios de paz que combinen juristas internacionales y nacionales. Esto no es fácil, sin embargo, porque en nombre del orgullo nacional los jueces haitianos no quieren que venga un magistrado francés o de Québec a indicarle cómo impartir justicia.
El futuro
Todos coinciden en que hay que relanzar el sector de la agricultura, potenciar el turismo y empezar a tomar medidas concretas para que el Estado sea un proveedor de servicios, desde salud y educación hasta recogida de basura. También hay una fuerte coincidencia en que los actores centrales tienen que ser los haitianos. "Tienen un Estado, como si fuese un coche, dice el embajador de la Unión Europea, que precisa apoyo y reparación".
Pero para otros donantes Haití es un estado fallido, que prácticamente precisa ser construido desde cero. La diferencia no es menor. Para el embajador se trata de cooperar en sectores claves como la gobernabilidad, la capacidad estatal de proveer servicios públicos y el Estado de Derecho, pero no se trata de una misión integrada que debe hacerse cargo de un país.
Estado más o menos débil, la cuestión es que los precios de la alimentación, el transporte y el petróleo siguen subiendo y el Estado haitiano tiene un limitado margen de acción porque hay escasa capacidad de producción interna de comida. Puede entrar más arroz de la ayuda internacional pero, ¿hasta cuándo? Las posibilidades de desestabilización son muy grandes.
Un funcionario de MINUSTAH cree que se precisa un acuerdo de emergencia para los próximos doce meses entre los donantes y el nuevo gobierno haitiano. Ese plan, unido a la designación de un nuevo gobierno, permitiría llegar hasta las elecciones de 2011. Pero no es sencillo, porque hay desacuerdos entre los donantes sobre las prioridades y cómo implementarlas, porque se teme que Préval siga sin ejercer su Presidencia por el momento imprescindible y porque es muy probable que la situación económica social se deteriore. "Estamos sentados sobre un polvorín", dice el general brasileño Alberto Dos Santos Cruz, comandante de MINUSTAH.
Con mucho descontento y un poco de dinero es fácil despertar las armas y manipular una vez más a las poblaciones marginadas de Cité Soleil y otros barrios. O sea que, si no se toman las medidas adecuadas entre el largo plazo y la urgencia de las necesidades crecerá la desconfianza hacia el proceso político, hacia la presencia internacional, podría romperse el frágil consenso político y Haití volvería una vez más sobre sus pasos a una mayor destrucción.
Muy interesante esta entrada (y también la anterior) sobre Haití. Gracias por publicarla. ¡Cuán poco sabemos del hermano país! Siempre pensamos en las Antillas como tres: Cuba, R.D. y PR. También nosotros somos culpables de no haber querido ver ni escuchar, de mirar hacia el otro lado.
ResponderEliminarwow, una exposición demoledora. Eso fue antes del terremoto. Hoy el panorama es más desolador. Haití no puede dejarse sólo.
ResponderEliminarPor primera vez alguien menciona a los invisibles en todo este desastre: los ricos de Haití que se invisibilizan para no tener que asumir responsabilidad alguna.
ResponderEliminarNo se me olvida, estando en Haití haber visto la entrada a una carretera que da a una montaña, con una cadena cerrándola y nos explicaron que allá arriba viven los ricos. Se rumoraba que tiene su propio aeropuerto, hospital, escuelas, etc. Un mundo aparte de blancos y mulatos claros que no se juntan para nada con los negros abajo. Y ya ven que se cita en este escrito que miembros de esa elite aseguran que en Haití no hay pobreza.
Lo que no entiendo es como a ningún medio de prensa se le ocurre ir a entrevistarlos o al menos intentarlo.
Siluz, Myrisa e Ivonne:
ResponderEliminarLa afirmación que más me llamó la atención en este reportaje investigativo fue esta:
“En Haití no hay una burguesía inversora y productora de bienes.”
Es decir, existen ricos, pero ESOS ricos viven de la produción y las inversiones del extranjero. Pensé en la burguesía puertorriqueña, que sus riquezas también dependen de inversiones y productos extranjeros…
Pensé además en las coincidencias de Haití y Puerto Rico, y el empobrecimiento al que nos dirigimos, tanto en una clase media que se desplazará a la clase pobre, como del ímpetu con el que el narcotáfico se hace cada vez más presente en las estructuras de “orden” político, judicial y económico, y la consecuente corrupción, veía cómo en Haití las infraestructuras de hospitales y cárceles no son adecuadas y las ayudas que reciben sirven sólo para prolongar el régimen de pobreza… TODOS ESTOS son elementos que nos arrastran al empobrecimiento y a la miseria de Puerto Rico como otro potencial gueto en el Caribe…
No veo aquí a Haití sólo como una nación hermana sino como un espejo que augura nuestro futuro, como si viviésemos en mundos paralelos donde nos separa sólo el tiempo que vendrá para nosotros… No es sólo un terremoto lo que podría hacer temblar también nuestro suelo, sino el camino hacia la pobreza al que que nos lleva el neoliberalismo o neocapitalismo, el mismo liberalismo que hundió a Haití hace un siglo y medio atrás, que ahora regresa para nosotros en Puerto Rico…
Ivonne, no hay manera de entrevistar a los miembros de la elite de Haití. Ya están en Europa esperando a que pase la catástrofe.
ResponderEliminarElco, voy a copiar este art. en Facebook.
http://www.youtube.com/watch?v=EAZcNZai4v4
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