En aquella época estudiaba lo que eran los sacramentos, y específicamente en ese libro, cómo había evolucionado el concepto de “sacerdote” en la Iglesia católica. Descubrí que el ministro de la eucaristía no siempre era un sacerdote “ordenado”, sino que en ocasiones la comunidad elegía entre ellos a una persona que presidiría la misa y “consagraría”, que en la Iglesia católica se refiere a convertir el pan y el vino, en sangre y cuerpo de Jesús de Nazaret.
Ese descubrimiento me impactó porque los sacerdotes católicos eran, y siguen siendo, muy celosos del ritual de la misa en cuanto a la eucaristía se refiere, y nos enseñaban que aquella tarea de consagrar era exclusiva del sacerdote que a su vez lo garantizaba el carácter permanente de su ministerio. En otras palabras, la consagración se guardaba sólo para una clase sacerdotal, después de todo, eso era lo que definía el sacerdocio, o el ministerio del sacrificio en el templo, así como los sacerdotes judíos sacrificaban animales en su templo, o como otros sacerdotes también hacían sacrificios de animales a los dioses griegos…
Lo que Schillebeeckx había desenterrado de la historia de la Iglesia católica era que no siempre fue así, que el ministerio del sacerdocio fue algo más dinámico, que cambiaba con el tiempo y las necesidades de las distintas comunidades cristianas, mucho antes de la llegada de Martin Lutero, desde el inicio en la Iglesia primitiva.
Y si ESA era la premisa de Schillebeeckx, entonces para el lector no había otro remedio que aceptar que ESE ministerio podría revisarse AHORA, de acuerdo a las necesidades espirituales de la comunidad ACTUAL, ponderando esa renovación a las distintas culturas…
Tembló la Iglesia, y Schillebeeckx tuvo que pasar por el juicio de un tribunal en el Vaticano que comparó con la antigua Inquisición, ahora llamada la “Congregación para la Doctrina de la Fe”; juicio del que salió airoso...
Aquel libro se publicó en un momento que pensábamos que la Iglesia no seguiría fielmente la renovación que era producto del Concilio Vaticano II:
Cuando se anunciaron los planes para el Concilio Vaticano II, Schillebeeckx respondió como co-autor de la declaración firmada por los siete obispos holandeses, donde anticipaban casi todos los cambios progresivos que saldrían del Vaticano II sobre cuestiones como la liturgia, el ecumenismo, y la apertura a otras las religiones y el fomento de la iniciativa de los laicos. Sin embargo, en aquel momento él no fungió como uno de los peritos o expertos en el Consejo que trabajó estrechamente con el cardenal Bernard Alfrink y otros para subrayar el carácter colegial del episcopado (como un equilibrio a la infalibilidad papal pronunciada en el anterior Concilio Vaticano I). La Constitución dogmática de la Iglesia refleja los puntos de vista del teólogo relacionados a estos asuntos. Asimismo, durante el Concilio Vaticano II, Schillebeeckx se unió a Hans Kung, Kark Rahner y Yves Congar para apuntalar el lanzamiento de la nueva revista teológica que llamaron “Concilium”. (Tomado y traducido del “National Catholic Reporter”)
Es decir, uno de los teólogos que más influyó en el Concilio Vaticano II, después de unos 20 años del concilio, hizo público un libro para que los FELIGRESES se enteraran del rol histórico del ministerio sacerdotal, y los ministerios de la Iglesia, y el rol que podían asumir sus sacerdotes, los que ostentaban la “autoridad” en los bajos y altos niveles del esquema jerárquico católico, una “autoridad” que en el pasado fue a veces concedida por la propia comunidad y no necesariamente por la imposición del obispo…
Muchas veces escuché hasta la náusea a varios sacerdotes citar la Biblia para afirmar el esquema jerárquico de la autoridad papal, en especial el pasaje del evangelio de Mateo que dice:
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo». Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías. (Mt: 16; 18 – 20)
Pero, Schillebeeckx utilizaba este pasaje como pie forzado para citar el siguiente pasaje, DEL MISMO EVANGELIO:
Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. (Mt: 18; 15 – 18)
Es decir, EL MISMO PODER QUE JESÚS LE CONCEDIÓ A LA “PIEDRA”, O PEDRO, DE ATAR Y DESATAR, QUE DECÍAN HEREDABAN LOS SIGUIENTES PAPAS, LO TENÍA TAMBIÉN SUS DISCÍPULOS…
Claro, algunos dirán que los discípulos de Jesús eran sólo doce (12), pero en Lucas dice:
En esos días, Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. (Lc: 6; 12 – 16)
Y si alguien dijera que Mateo utilizaba el término “discípulo” exclusivamente para los 12 elegidos, nos referimos al siguiente pasaje
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. (Mt: 10; 1 – 4)
Aún así, la jerarquía católica quiere justificar su estructura a partir de los 12, y sin embargo, en los evangelios se habla de muchos más discípulos, específicamente de setentidos (72) en un pasaje de Lucas:
Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!”. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”. Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: “¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca”. Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad. (Lc: 10; 1 – 12)
Pero, la investigación histórica de Edward Schillebeeckx va más allá de los textos bíblicos, y desentierra escritos antiguos de la misma Iglesia que narran cómo se escogían a algunas personas para presidir la eucaristía, al punto que en el 2007, algunos sacerdotes dominicos en Holanda tomaron como referencia al teólogo, para publicar un opúsculo a los feligreses que invita a la comunidad a celebrar la misa cuando no hayan sacerdotes disponibles ya que están escasos:
Siempre en Holanda, los dominicos han hecho más, con el consenso de los provinciales de la orden. Dos semanas antes de que entrara en vigor el motu proprio “Summorum Pontificum” distribuyeron en todas las 1300 parroquias católicas un opúsculo de 38 páginas titulado “Kerk en Ambt”, Iglesia y ministerio, en el cual proponen transformar en regla general lo que en varios lugares ya se practica espontáneamente.La protesta de los padres dominicos es que, a falta de un sacerdote, sea una persona escogida por la comunidad quien presida la celebración de la misa: “No importa que sea hombre o mujer, homo o heterosexual, casado o célibe”. La persona escogida previamente y la comunidad son exhortados a pronunciar juntos las palabras de la institución de la eucaristía: “Pronunciar estas palabras no es una prerrogativa reservada a los sacerdotes. Esas palabras constituyen la consciente expresión de fe de la comunidad entera”.El opúsculo se abre con la explícita aprobación de los superiores de la provincia holandesa de la orden de los predicadores y dedica las primeras páginas a una descripción de lo que sucede el domingo en las iglesias de Holanda.Por escasez de sacerdotes, no en todas las iglesias se celebra la misa. Desde el 2002 al 2004 el número total de las misas dominicales en Holanda ha descendido de 2200 a 1900. En cambio, en el mismo periodo ha aumentado de 550 a 630 el número de “servicios de Palabra y comunión”: es decir, liturgias que la sustituyen, sin el sacerdote y por tanto sin celebración sacramental, en las cuales la comunión se hace con hostias consagradas antes.En algunas iglesias la distinción entre la misa y el rito que la sustituye es percibida claramente por los fieles. Pero en otras no, las dos cosas son consideradas de igual valor, intercambiables en todo. Más aún, el hecho de que sea un grupo de fieles el que designe al hombre o mujer que guía la liturgia sustituta consolida en los mismos fieles la idea de que su elección “desde abajo” es más importante que el envío de un sacerdote de afuera y “desde arriba”.Y lo mismo ocurre para la formulación de las plegarias y para el ordenamiento del rito. Se prefiere dar libre campo a la creatividad. Las palabras de la consagración, en la misa, son frecuentemente sustituidas por “expresiones más fáciles de entender y más en sintonía con la moderna experiencia de fe”. En el rito sustituto, sucede frecuentemente que a las hostias consagradas se agregan hostias no consagradas y se distribuyen todas juntas para la comunión.En estos comportamientos los dominicanos holandeses distinguen tres expectativas difundidas:– que los hombres y las mujeres a quienes se les confía que presidan la celebración eucarística sean escogidos “desde abajo”;– que se espera que “esta elección sea seguida de una confirmación o bendición, u ordenación por parte de la autoridad de la Iglesia”;– que las palabras de la consagración “sean pronunciadas tanto por quienes presiden la eucaristía, como por la comunidad de las que ellos son parte.A juicio de los dominicanos holandeses, estas tres expectativas tienen pleno fundamento en el Concilio Vaticano II.La movida decisiva del Concilio, a su juicio, ha sido la de introducir en la constitución sobre la Iglesia el capítulo sobre el “pueblo de Dios” antes que el de “la organización jerárquica constituida desde lo alto hasta lo bajo, desde el Papa y desde los obispos.Esto implica sustituir una Iglesia “pirámide” con una Iglesia “cuerpo”, con el laicado como protagonista.Y esto implica también una visión diferente de la eucaristía.La idea que la misa sea un “sacrificio” – sostienen los dominicos holandeses – está también ligada al modelo “vertical”, jerárquico, en el cual sólo el sacerdote puede pronunciar válidamente las palabras de la consagración. Un sacerdote varón y célibe, como está prescrito por “una antigua teoría de la sexualidad”.En cambio, del modelo de la Iglesia “pueblo de Dios” deriva una visión de la eucaristía más libre y paritaria: como simple “compartir el pan y el vino entre hermanos y hermanas en medio de lo cual está Jesús”, como “mesa abierta también a gente de diferentes tradiciones religiosas”.El opúsculo de los dominicos holandeses termina exhortando a las parroquias a escoger “desde abajo” las personas a las cuales hacer presidir la eucaristía. Si por motivos disciplinarios el obispo no confirmase a tales personas – porque están casadas, o porque son mujeres – las parroquias seguirán igualmente su camino: “Sepan que ellas de todos modos están habilitadas para celebrar una real y genuina eucaristía cada vez que se reúnen en oración y comparten el pan y el vino”.Los autores del opúsculo son el padre Harrie Salemans, párroco de Utrecht, Jan Nieuwenhuis, ex director del centro ecuménico de los dominicos de Ámsterdam, André Lascaris y Ad Willems, ex profesor de teología en la universidad de Nijmegen.En la bibliografía citada por ellos sobresale otro, más famoso, teólogo dominico holandés, Edward Schillebeeckx, 93 años, que en los años ochenta terminó bajo el examen de la congregación para la doctrina de la fe por tesis cercanas a las que ahora confluyen en el opúsculo.La conferencia episcopal holandesa se reserva replicar oficialmente. Pero ya ha hecho saber que la propuesta de los dominicos se presenta “en conflicto con la doctrina de la Iglesia católica”.
En su análisis, Edward Schillebeeckx separaba los asuntos dogmáticos de los pastorales para ilustrar que no toda la prédica de la Iglesia estaba asentada en asuntos de dogmas sino también de una dirección organizativa, y que los feligreses debían saber la diferencia de una y de la otra. Esa diferenciación que me enseñó mi director espiritual aún me mantiene como un creyente, aunque ya yo determinara que no soy un “devoto”.
Desde Nochebuena, aquel amigo, que fue mi director espiritual, me escribió para anunciarme de la muerte de Edward Schillebeeckx, según se reseña en el “National Catholic Reporter”, y que hoy repaso la noticia en el periódico “El País” de España.
Doy gracias a Dios por haber conocido, por sus escritos, a este teólogo revolucionario, y por tener a alguien que me lo presentara…
Que descanse en PAZ Edward Schillebeeckx.
POSDATA:
Si deseas más información acerca de este teólogo, visita la página de “Edward Schillebeeckx Foundation”.
ACTUALIZACIÓN:
José María Castillo reflexiona acerca de Edward Schillebeeckx en su Blog “Teología sin censura”.
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